«Cuando expulsamos a un alumno, le estamos desvinculando del sistema. Debemos hacer que la parte punitiva sea de reparación, que el alumno tenga la oportunidad durante el tiempo que dura la expulsión de reconducir la situación y volver al instituto con otra motivación y actitud. En Saó encontramos este complemento», Miquel Navarro, docente del INS Ribera Baixa, miembro de la Asamblea de Huelga de Ribera Baixa.
Hablamos con Mercè López y Miquel Navarro, miembros de la Asamblea de Huelga del INS Ribera Baixa, que nos contactaron para hacernos entrega de una donación económica.
Hemos aprovechado para profundizar sobre el contexto educativo y los retos, el alumnado, el abandono escolar y cómo desde el proyecto Bassa somos un apoyo socioeducativo para aquellos alumnos del instituto que presentan más dificultades y especialmente por lo que han sido expulsados.
Primero de todo muchas gracias por la donación que nos habéis hecho desde la Asamblea. Tanto por lo que significa de ayuda económica como sobre todo por haber pensado en Saó como entidad destinataria.
M.N.:
Todo surgió en las jornadas de huelga educativa de los últimos meses. El profesorado que forma parte de la asamblea de huelga de nuestro instituto decidió realizar una acción informativa durante la jornada del 9 de junio, con una parada desde la que informábamos de los motivos que nos llevaban a manifestarnos.
Ese día también hicimos una colecta de donativos por parte del profesorado que se adhería a la acción, para después realizar un donativo a alguna asociación vinculada con la educación en el municipio. Y sin duda decidimos que fuera Saó.
¿Cuál es el contexto educativo actual, qué retos tenemos?
M.N.: Hablamos mucho de inclusión educativa, pero ésta no es posible si no se destinan los recursos necesarios: económicos, de personal, formativos, etc.
La introducción de la ESO supuso alargar la escolaridad obligatoria 2 años más, de los 14 a los 16. Como profesor de un instituto que acoge a chicos y chicas con problemáticas socioeconómicas familiares complejas, nos encontramos con algunos de ellos que les cuesta sostener sus estudios en este final de etapa y que pueden acabar con un abandono escolar.
Antes de la ESO los chicos y chicas de estas edades tenían itinerarios educativos alternativos que podían dar respuesta a su situación. Ahora este alumnado está en el instituto y nosotros no tenemos los recursos para poder atenderlos en el aula y esto genera problemas entre el alumnado en el aula.
Tenemos entre 22 y 30 alumnos por aula. Durante la pandemia hubo una inyección de profesorado y nos organizamos para hacer grupos más pequeños, pero ahora ya no existen estos recursos y no podemos mantenerlo. Esto era una de las reclamaciones de la huelga.
M.L.: además, todos los refuerzos que llegaron con la pandemia los han sacado. Y fueron un gran apoyo para atender la diversidad. Con tutorías de 30 personas no puedes dedicarte si no es a costa de renunciar a las clases.
M.N.: Cuando tienes 150 alumnos, si para evaluar cada uno es complicado, imagínate encontrar el tiempo para dedicar la atención que los chicos y chicas necesitan y que desde casa no se les puede dar.
¿Cómo es el alumnado del INS Ribera?
M.N.: Hay mucho alumnado con necesidades educativas, que viven en entornos familiares y sociales complicados, en los que la familia no les puede dar el apoyo educativo que necesitan, algunos tienen hermanos a su cargo.
Desde los institutos deberíamos ser capaces de dar respuesta a estos chicos y chicas para que no se queden atrás. Como profesor de catalán a veces me gustaría dejar de hacer la asignatura para poder trabajar temas más básicos, que seguro después repercutirían en un mejor aprendizaje.
M.L.: De estos alumnos que están en situaciones de vulnerabilidad, algunos se esfuerzan mucho y van superando obstáculos, pero otros se rinden, lo que deriva en un comportamiento más disruptivo, y si van a clase, lo hacen totalmente desmotivados y con la intención de calentar la silla y esto es un problema, que genera mayor conflictividad.
Como decía, hay otros que pese a la situación de vulnerabilidad familiar tienen muchas ganas de salir adelante. Y te lo dicen: yo quizás no podré hacer esto, pero sí puedo conseguir sacarme una determinada formación. Otros, en cambio, no se lo plantean.
Valdría la pena tener recursos para que todos tuvieran las mismas oportunidades de acceso a una formación que les garantice un futuro digno.
Tengo presente a un chico, que lo tuve en segundo de ESO. Un chico que no encontramos otra salida que expulsarle. Y desde la orientadora del centro fue derivado al proyecto Bassa de Saó.
El cambio que hizo fue increíble, su comportamiento cambió de la noche a la mañana. Y a pesar de las carencias que pueda tener en el ámbito escolar, este chico con un acompañamiento individualizado tiene muchas posibilidades de sacárselo con éxito.
M.N.: Recuerdo a este chico. Tenía poca tolerancia a la frustración. Si en el aula te encuentras con otros cuatro alumnos con dificultades similares y/o más complejas, es imposible dar la atención necesaria.
En el centro podemos ofrecer actividades complementarias, desde las unidades de escolarización compartida (UEC) que garantizan la atención educativa necesaria al alumnado con necesidades educativas especiales derivadas de la inadaptación al medio escolar. Son unos 15-20, pero hay mucho absentismo.
M.L.: Una de las actividades con las que contábamos hace tiempo era el aula de cocina, donde a menudo los chicos que les costaba más integrarse en el aula, podían aprender a partir de otro itinerario curricular. Ahora ya no está esa opción, no conocemos el motivo, y fue una lástima. La cocina también desapareció y ahora en la UEC son unos 15 alumnos que tienden al absentismo.

¿Cómo ha afectado a la pandemia al absentismo?
M.N.: Desde que volvimos al formato presencial, los protocolos de absentismo se flexibilizaron más, podríamos decir que se han guardado en un cajón. El motivo es que hay familias que les cogió miedo y querían reducir el contacto con el exterior. Pero hoy, ya no es un tema de miedo, es simplemente la excusa perfecta para desvincularse del sistema.
La realidad es que cuanto más mayor es el alumnado más absentismo, y para dar respuesta se ponen alternativas como la UEC y los PFI’s. El problema es que para acceder a los PFI hay que terminar 4º de ESO y esto es difícil si el absentismo se produce antes. No sé si es que cada vez derivamos más gente o menos recursos.
M.L.: También hay alumnos que quieren continuar estudiando pero no bachillerato y que optan por los ciclos formativos. Pero si no tienen plaza, regresan al instituto para hacer bachillerato, sabiendo que les costará y seguramente habrá un abandono antes de terminar el primer año.
La oferta de ciclos debería ser mayor. Es otro de los motivos de la huelga, garantizar su igualdad de oportunidades y que todo el mundo tenga acceso a los estudios que desea.
¿Qué valoráis del proyecto Bassa de Saó?
M.L.: Los alumnos que vienen a Saó, sea porque han sido expulsados o porque es necesario un apoyo individualizado, hacen un cambio importante. Los enseñáis a estudiar y promovéis que sigan estudiando. También aprenden a gestionar su tiempo, mejorar la comprensión lectora, y que no se aprendan las cosas de memoria, sino que entiendan lo que estudian.
Un chico como del que hablábamos antes, que es sancionado y expulsado, de no existir Saó no sé qué opción hubiera tenido.
Lo que me gusta de Saó es que hay niños que por condición social y económica no se ven capaces de continuar estudiando, pero desde Saó se les acompaña para gestionar cómo salir adelante.
M.N.: En los centros educativos tenemos normas y procesos para terminar tomando la decisión sobre una expulsión. El sistema educativo no debería ser punitivo, se debe realizar un trabajo. Cuando expulsamos a un alumno, le estamos desvinculando del sistema.
Debemos hacer que la parte punitiva sea de reparación, que el alumno tenga la oportunidad durante el tiempo que dura la expulsión de reconducir la situación y volver al instituto con otra motivación y actitud. En Saó encontramos este complemento.
Por ejemplo, una expulsión de tres meses, te evocas a perder al alumno, para él o ella es como darle un premio, pero en el fondo es una condena. Si la expulsión no va acompañada de recursos como Saó, ese chico o chica se desvincula totalmente del sistema.
M.L.: Por protocolo de expulsión al profesorado se nos pide sólo que le enviemos trabajo, pero ¿si no hacía el trabajo antes como la va a poder hacer ahora? Ésta no es la solución. Y Saó es un apoyo necesario.
¿Qué os dicen los alumnos que han estado en el proyecto de Bassa de Saó?
M.L.: Los chicos y chicas que participan manifiestan que en Saó han estado muy bien, que no quieren volver al aula. También es importante y no siempre ocurre que desde el instituto, tanto docentes como compañeros/as de aula, podamos poner otra mirada sobre este alumno que ha hecho todo un trabajo personal para cambiar actitudes y comportamientos.
Fabiana Pons, responsable del proyecto Bassa lo confirma y explica el porqué: vienen por una expulsión y se encuentran acompañados y orientados, por eso un alto porcentaje piden continuar participando en el proyecto de Saó, después del regreso al aula.
Los chicos y chicas encuentran en Saó un espacio de apoyo personalizado, un tiempo para reparar el vínculo con el centro educativo y para repensar las consecuencias del abandono escolar prematuro. Trabajamos con los chicos y chicas desde la vinculación, creando espacios de confianza entre ellos y ellas y donde se les valora y escucha.
Gracias, Miquel y Mercè por compartir con Saó su experiencia como docentes y miembros de la Asamblea de Huelga del INS Ribera Baixa, por tejer alianzas y sumarse a dar las oportunidades necesarias para evitar el abandono prematuro y el fracaso escolar en El Prat.
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